TEMARIO 4 DESARROLLO DE LA GASTRONOMIA EN PANAMA
CONTRASTES
DE LA COCINA PANAMEÑA EN EL SIGLO XIX
Jenny White del Bal que convivió con la familia Sosa
del patriciado de San Felipe en los años sesenta, describió algunas comidas,
los horarios, las maneras de mesa y otras costumbres de la clase alta
Panameña. Esto complementa y enriquece
las observaciones hechas por Matilde de Obarrio de Mallet. Señaló que las damas de la familia se levantaban de
seis a ocho de la mañana, según le viniese en gana, pero generalmente antes de
las ocho. A esa hora la sirvienta traía
a la sala “una bandeja con platitos y tazas y un plato con galletas”. Tomaban té, café, chocolate y algunas
galletas. Después daban un paseo o
visitaban algunas iglesias y otros edificios.
Luego se bañaban y tomaban el almuerzo entre las diez y medio y once.
Se trataba
de una comida abundante con platillos variados, a saber: bistec “muy bien
preparado”, arroz frito “en una forma muy particular”, o más bien
hervido en un poco de agua y con mucha manteca, un plato muy sabroso, res frita
cortada en trozos delgados que se acompañaba con plátanos asados, masa de maíz
en diferentes forma, pan francés y trigo y otros platillos que Jenny White no
conocía.
Los platos se cambiaban al estilo francés para cada
vianda. Después se limpiaba la mesa y, a
manera de postre, a cada uno le servían té, café o chocolate y panecillos.
También se consumían diversas frutas que algunas
veces se preparaban con hielo y azúcar.
De doce a dos era “la hora universal de la
siesta”, que se consideraba saludable y los médicos la recomendaban por
el clima de Panamá. A las tres, la
señora Sosa reunía a la familia para dedicar media hora a la oración en su
capilla privada. Luego se vestía para la
cena que se servía a las cinco o cinco y media.
Consistía principalmente de pescado y sopa, a veces carne de res, jamón,
arroz, plátanos y “algunas viandas incomprensibles para el foráneo”.
Conservas, jaleas y otros platillos eran el postre y
a las seis y media se servía el té en la sala.
No obstante Jenny White observó que solo uno o dos miembros de la
familia Sosa, lo tomaban, es decir pocos habían adoptado este hábito inglés.
Costumbres similares en la vida cotidiana practicaba
la clase alta en Veraguas, a la cual estaba ligada Jenny White por haber
contraído matrimonio con Bernardino del Bal, oriundo del lugar y emparentado
con los Sosa de la ciudad capital. En
palabras de Jenny White: Me levanto a las seis.
Después de tomarme una taza de té
o café, Bernardino, Juliana y yo, hacemos una caminata de una hora que por lo
general termina con una visita a don Santiago del Bal. Al regreso, después de
cambiarme el traje y decir tres oraciones matutinas, escribo hasta las 11
a.m. Me interrumpo para le desayuno que
aquí es una comida social.
Algunos cambios en el horario de las comidas en
Panamá se perciben en la descripción hecho por el médico canadiense Wolfred
Nelson en los años ochenta. En el
lenguaje propio de un galeno expresó “no es menester señalar que una vida
metódica en todos los climas tórridos tiene sus propias compensaciones.
Por tal quiere decir algo más, o sea, que el régimen
de vida de muchos residentes en los países tropicales, consiste en levantarse
temprano como a las seis o siete y comenzar el día con un baño y luego tomar
café y pan. El desayuno se toma
generalmente a las once o doce y es más bien un almuerzo.
En los climas templados muchos lo llamarían la
comida principal y así como muchos viejos residentes en los trópicos, yo
comenzaba el mío con frutas maduras, seguido de bistec, papas y café. Mis otras comidas eran sencillas, lo cual
resultaba de lo mejor y con un mínimo de inconvenientes.
La cena era a las seis, tal como se acostumbra en
todos los países anglosajones, seguida de una velada tranquila y luego a la
cama temprano.
Siempre para llevar una vida regulada; ella brinda
la mejor salud y el mínimo de inconvenientes….”
Asimismo, afirmó que el sancocho era “un plato
delicioso” y contenía “un poco de todo”
En este recuento de la comida panameña en el siglo
XIX, no podemos dejar de lado los banquetes que como apunta Lady Mallet,
entrañaban otro protocolo.
Consistían en tres servicios. En el primero se servían sopas de varias
clases, pescados y los “principios”.
Cuando concluía, los invitados se levantaban de la
mesa y se entretenían conversando mientras se preparaba “el segundo
servicio”, que comprendía asados, tamales, ensaladas y vegetales en
grandes cantidades. De nuevo se
abandonaba la mesa que se arreglaba para
el “tercer servicio”, cambiando el mantel y las flores y
encendiendo las velas para ofrecer los postres, el café y los licores.
Cabe mencionar que los postres, al decirl de Lady
Mallet, eran variados, “deliciosos al paladar y muy laboriosos al hacer”. Entre estos destacaba la jalea de guayaba; el
“huevo chimbo” que era “ un pudín sólido hecho con yemas de
huevos, el queso de piña, una exquisita natilla” en la que el jugo de
piña ocupaba el lugar de la leche, manjar blanco, arroz con cacao, mazamora de
maíz nuevo, cocada nevada, la sopa borracha y la sopa de gloria.
Otros dulces que engolosinaban los ojos y el paladar
eran los bollos en sus diferentes formas chango de maíz nuevo, de coco, de maíz
y coco; el chiricano, de maíz y queso; el blanco, de maíz seco y el de ají,
coloreado con una salsa de ajíes picantes.
Todos se confeccionaban “en forma de plátanos, más o menos, y
envuelto en hojas de maíz o de palma”.
En tanto que las bebidas eran deliciosos ponches,
variados vinos y exquisitas chichas de frutas tropicales.
Completaba el refinamiento de los banquetes, el
servicio de antigua plata española, mientras que la cristalería para vinos y la
porcelana de Worcester eran de Inglaterra.
Había un maestro de ceremonias y al concluir el
banquete se iniciaba el baile con “contradanzas, regodones y otras ceremoniosas
danzas de la época.
Francisco Peris Mencheta, miembro de la comisión
designada por el gobierno español para observar los avances de la construcción
del canal francés en 1885, al referirse a un banquete ofrecido por sus
coterráneos residentes en Panamá en el Hotel del Comercio, afirmó: “una música,
situada a la puerta del establecimiento saludó nuestra llegada con himnos
patrióticos. El salón comedor hallábase
vistosamente adornado con palmas, arbustos y banderas e iluminado con multitud
de faroles a la veneciana. Ocioso es
decir que la bandera española presidía la mesa (…) la comida fue variada y
escogida.
ALIMENTOS DE ORIGEN PRECOLOMBINO
Panamá, por ser desde tiempos de la conquista, cruce
de caminos para muchas latitudes y encuentro de conquistadores y aventureros,
fue por ello punto de convergencia de distintas culturas. Así en el istmo de
Panamá se han asentado una variedad de grupos étnicos y culturales que han
influido poderosamente en la idiosincrasia del ser panameño. Para mencionar los más importantes: los
griegos, italianos, afroantillanos, españoles, y chinos. Todos ellos han dado
su aporte a la cultura en general, así como han introducido sus costumbres de
todo tipo, y, claro, sus hábitos en la comida.
En el libro La sociedad panameña: historia de su
formación e integración, el autor Alfredo Castillero Calvo, se refiere a los
tres grupos que se mencionan específicamente como característica de cada grupo
la base alimentaria:
El grupo de los tubérculos
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El grupo del maíz
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El grupo del pixbae
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Ubicados en su totalidad en Darién,
San Blas y Panamá, extendiéndose por el oeste hasta la Punta de Chame y cuyos
integrantes recibían el nombre de cuevas, talegras o taregras.
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Ocupaba la totalidad de las
provincias de Coclé y Veraguas, la península de Azuero y parte de Chiriquí,
cubriendo tal vez la totalidad de las extensas planicies de la vertiente del
istmo.
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Originalmente se reducía a los
valles del Duy y del Guaimí, situados en la región oriental de las montañas
de Chiriquí y Bocas del toro, agrupando a los actuales guaimíes.
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El mismo autor en su trabajo “Niveles de vida y
cambio de dieta a fines del período colonial en América”, puntualiza: Europa
transformó el paisaje e impuso su dieta cárnica al Nuevo mundo más su pan, su
vino, su aceite o su manteca de cerdo, es decir, los cuatro grandes pilares
dietéticos de su civilización, inundó América con sus ganados.
Convirtiéndose la carne como el plato básico de la
dieta colonial, tanto de ricos como de pobres.
Pero también la harina de trigo, es decir el pan, jugó un rol
protagonista en la historia dietética de la colonia.
Para dar una idea de la dieta a finales del siglo
XVIII en Panamá, Castillero Calvo transcribe dos citas importantes: Una de
Duchet y otra de Juan Franco, quienes en 1790 escribían:
“El alimento común de la provincia es el plátano, el
arroz, el tasajo y el maíz… las gentes acomodadas comen el pan de trigo, aunque
sumamente caro, aves y otras carnes, pero el gasto general lo hacen los
puercos….”
Y Juan Franco: “Los alimentos de primera necesidad
para aquella plaza son (de los expresados en su comercio interior) los
artículos de arroz, plátanos y tasajo; y la mayor parte de ellos se conducen
tanto de la provincia de Panamá como de la de Veraguas”.
La llegada de los europeos al nuevo continente, y
luego los esclavos africanos y más
adelante las migraciones asiáticas al Istmo de Panamá, fue cambiando
tanto su fisonomía étnica como sus hábitos y costumbres alimentarias y
culinarias.
Según la arqueóloga Dra. Olga F. Linares, en el
primer milenio antes de Cristo en Panamá se practicaba la agricultura intensiva
de maíz, asociado con otros cultivos como el del frijol común y probablemente
el aguacate. A la llegada de los
españoles, los amerindios asentados en el Istmo de Panamá mantenían grandes
extensiones de campos de maíz y grandes cantidades de venados de cola blanca
eran ahumados y conservados para ser consumidos posteriormente. Los colonos españoles recién llegados a
Panamá, en poco tiempo introdujeron el ganado a lo largo de la costa del
Pacífico.
A la llegada de los españoles ya en Panamá se
cultivaba el maíz, el plátano, otoe y el aguacate. Igualmente era conocida, la calabaza, el
pixbae, la yuca, la piña, el cacao. De
carnes de monte, el zahíno, puerco de monte, venado e iguana, entre otros.
Los españoles introducen “la cultura ganadera”,
convirtiendo las tierras bajas agrícolas de la vertiente del Pacífico y sus
campos de cultivo, que se extendían desde el Darién hasta Chiriquí, en la ganadería extensiva y a la conversión de
éstos en pastizales.
ALIMENTOS DE OTROS ORÍGENES
Han sido importantes los aportes en materia
alimentaria de parte tanto de los europeos, como de los asiáticos y africanos,
a continuación una tabla donde se específica los alimentos de cada grupo
enunciado.
EUROPEOS
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ASIÁTICOS
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AFRICANOS
|
OTROS
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El ganado vacuno y porcino, la
gallina, el pato, la cabra, la liebre.
De los cereales nos legaron el trigo, la cebada, la avena, el centeno;
de legumbres el coliflor, l a lechuga, el puerro, el apio, la col, el repollo,
la remolacha, la berenjena, deliciosas frutas como la zarzamora, el melón, la
sandía, la grosella, así como los quesos y la nuez.
|
El arroz, el café, las especias
(curry, canela, clavito de olor), cebolla, culantro, cebollina, mostaza,
lentejas, membrillo, albahaca, orégano, frijol de soya, tamarindo, el banano,
guineo chino, café, jengibre.
|
La caña de azúcar, el aceite, el
ñame, el dátil, el ajo, la aceituna, el hogo
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La permanencia norteamericana
produjo en nuestro país la “cultura del enlatado” o de conservas. De ahí
surge la costumbre de celebrar con jamones, pavos, perniles, manzanas,
melocotones, albaricoques y peras en las fiestas navideñas.
|
De la cocina Europea, se introduce el comer pastas
preparadas de distintas maneras convirtiéndose en un hábito cotidiano entre los
panameños. Además la cocina griega, la
italiana, la española y la francesa se han introducido en los hogares
panameños.
De la comida china en Panamá podemos decir que desde
el siglo XIX, luego de una gran inmigración, proliferaron puestos de comidas
china y luego restaurantes
especializados,
A través de las inmigraciones de afroantillanos,
procedentes de las islas del Caribe se introdujeron una serie de platillos
deliciosos, y una serie de combinaciones de ingredientes que la hacen muy
particular. Actualmente se hacen ferias
de comidas afroantillanas, las que son muy concurridas no solo por la colonia
afroantillana, sino por todos aquellos que quieren deleitarse con los
deliciosos pollos a la barbacoa, bacalao con papa, el fufú (sopa de mariscos
oriunda de Bocas del Toro), los domplins, el cucú (crema de maíz con ñajú
tierno), el rice and beans, bolas de bacalao, el patí, el souce, carne guisada
con akí, entre otros.
La presencia norteamericana en el Istmo desde el
siglo pasado, con motivo de la
construcción del ferrocarril (1850-1855), y luego con la construcción del Canal
de Panamá (1904-1914), influyó en cierta medida en algunos hábitos alimentarios
del panameño.
Pero esa influencia, débil al principio, se fue
acentuando luego de finalizada la obra del canal cuando comenzaron a
establecerse las bases militares con sus “comisaritos” que vendan toda clase de
productos norteamericanos para sus tropas y funcionarios civiles (los del Gold
roll), así como para los panameños y extranjeros que laboraban en el canal (los
del silver roll)
La mayoría de los productos que consumían los
norteamericanos llegaban al país, enlatados o congelados. De ahí el gusto de
algunos panameños por tomar Wishy borboun, gaseosas y polvos Kool-aid en vez de
jugos naturales, de allí el gusto por los hot dogs, las hamburguesas (hoy
denominadas “comida chatarra”, por las papas fritas con Ketchup, el pan cake en
el desayuno con sirope de miel de arce, la mantequilla de maní, las nueces, el
korn flakes y hasta los huevos con tocino, al mejor estilo del sur racista.
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